Desde pequeña me ha inquietado el estudio del ser humano.
Siempre he sido muy curiosa y me fascina aprender cómo funciona nuestro cuerpo y cómo este responde ante las circunstancias y situaciones que lo rodean.
Esta curiosidad por el cuerpo humano, sumada a mi vocación de servicio, me ha llevado a dedicar parte de mi vida al estudio de la medicina.
Así es como acabé especializándome como médico nefrólogo y realizando mi actividad asistencial en un ambiente hospitalario, al cuidado de pacientes muy complejos con multitud de patologías.
Durante los años que pasé en el hospital, cada vez era más consciente de la importancia de mantener unos buenos hábitos de vida como parte del tratamiento para mejorar nuestro estado de salud.
Poco a poco comencé a darle una mayor importancia a esa parte del cuidado de la salud más allá de pruebas médicas, analíticas y fármacos, centrándome más en la persona que tenía delante, en sus hábitos, en sus rutinas, en sus necesidades.