¿Te sientes baja de energía al levantarte por las mañanas y tras las comidas?
¿Necesitas comer algo dulce después de comer porque sientes “debilidad” o hipoglucemia?
¿Necesitas comer cada 2-3 horas porque así te lo pide el cuerpo?
Si has respondido que sí a alguna de estas preguntas, lo más probable es que presentes rigidez metabólica.
Pero antes de hablar de rigidez, quiero hablarte de la otra cara de la moneda, de lo que sí queremos tener en nuestras vidas: la flexibilidad metabólica.
La flexibilidad metabólica se puede definir como la capacidad que tiene nuestro organismo de optimizar el uso de los diferentes sustratos energéticos para obtener energía.
Es decir, es la facilidad con la que nuestro cuerpo obtiene la energía que necesita, tanto para desempeñar sus funciones vitales como para realizar esas actividades de la vida cotidiana y relacionadas con el deporte.
El principal combustible de nuestro organismo es la glucosa, los azúcares que contienen los alimentos.
Cuando ingerimos alimentos ricos en hidratos de carbono, estos se descomponen en moléculas más pequeñas de glucosa, que se almacenan en forma de glucógeno en nuestro hígado y tejido muscular, gracias a la acción de una hormona, la insulina.
Si excedemos la capacidad de almacén de glucógeno en estos tejidos, el exceso de glucosa se almacenará como grasa en el tejido subcutáneo y, en ocasiones más allá, en el tejido visceral (estas ya son palabras mayores).
Y aquí te doy la clave, las malas de la película no son las grasas, si no los carbohidratos en exceso.
Actualmente, debido a nuestra cultura, a nuestras creencias y al ambiente obesogénico que nos rodea, ingerimos muchos más hidratos de carbono de lo que nuestro organismo necesita.
Es decir, le damos más energía a nuestro cuerpo de la que es capaz de manejar.
Este exceso de carbohidratos, sumado a la vida sedentaria en la que vivimos, forman el tándem perfecto para propiciar un ambiente en el que se de cierta resistencia a la insulina, obesidad, síndrome metabólico, hígado graso o Diabetes Mellitus tipo 2.
Cuando nuestro organismo asimila los hidratos de carbono, siente que para obtener energía necesitará consumir más y más azúcares, ya que no está acostumbrado a emplear otra fuente de energía que no sea la glucosa.
Además, en muchas ocasiones esa glucosa se obtendrá de alimentos ultra procesados, ricos en azúcares de absorción rápida, que le darán más trabajo a nuestro páncreas.
¿Cómo puedo saber si mi organismo es capaz de manejar bien las diferentes fuentes energéticas?
Algunos de los síntomas y signos indirectos que te pueden estar indicando que presentas cierto grado de rigidez metabólica son:
- Necesitas comer cada pocas horas.
- Presentas sensación de “debilidad” aún cuando acabas de comer.
- Tienes una necesidad constante de comer algo dulce.
Algunas de las causas que pueden haberte llevado a esa situación son:
- Llevar a cabo una dieta con alto contenido en ultra procesados (ingesta constante de azúcares de rápida absorción).
- Llevar a cabo una dieta en la que predominen los carbohidratos, sin prestar atención a las proteínas y grasas.
- No dejar periodos de ayuno entre las comidas y no respetar el ayuno nocturno.
- Llevar una vida sedentaria y no practicar ejercicio físico.
- Dormir pocas horas, con la consecuente alteración sobre las hormonas del hambre y la saciedad.
- Mala gestión del estrés.
¿Cómo puedo ganar flexibilidad metabólica y mejorar mi estado de salud?
A continuación, te doy unas claves:
- Come saludablemente. Evita los productos ultra procesados ricos en azúcares libres.
- Aprovecha el ayuno de la noche y alárgalo un poco más. Cena pronto para asegurarte unas 12 horas de ayuno.
- Evita comer cada 3 horas. No es necesario realizar 5 comidas al día, ya que de esta forma estarás constantemente haciendo la digestión. Intenta espaciar las comidas para que tu organismo se vaya adaptando y gane más flexibilidad.
- Ejercicio físico. El ejercicio físico (tanto aeróbico como anaeróbico) es uno de los pilares para ganar flexibilidad metabólica.
- Procura comer suficientes fuentes proteicas en las 3 comidas principales.
- Procura controlar el estrés y asegurar tus horas de descanso.
Incorporar estos hábitos a tu rutina diaria te ayudarán a sentirte más energética y gozar de una mejor calidad de vida.