Hace unos meses, manteniendo una conversación con un grupo de amigas acerca de la obesidad y su estigma social, una de ellas nos comentó una frase que me hizo reflexionar y de la que me gustaría hablarte:

“A los gordos se les exige salud mientras que a los delgados se les supone”

Imagino que a nadie le sorprende esta afirmación.

El sobrepeso u obesidad, por sí mismos, ya constituyen un factor de riesgo para padecer enfermedades cardiovasculares, síndrome metabólico o diabetes, entre otras.

Normalmente, tanto los sanitarios como la población en general, tan solo vemos la punta del iceberg: esa persona voluminosa, robusta, gorda, que enseguida encasillamos como alguien débil, sin fuerza de voluntad, vaga; sin detenernos siquiera a considerar qué hay en la parte más profunda de su ser.

Quizás hay una historia de ansiedad generalizada, quizás alguna patología que cursa con aumento de peso, quizás alguna medicación que conlleva una gran ganancia de peso inexorablemente, quizás una historia de malos tratos, quizás una mala relación con la comida de años de evolución, quizás una historia de pérdida, quizás un sentimiento de culpa…

Son tantos y tan variados los motivos que pueden llevar a una persona a una ganancia de peso, que no deberíamos atrevernos a resumirlos en uno: eres gordo porque comes en exceso y no te mueves.

Se me eriza la piel.

¿Crees que si todo fuese así de fácil, habría esas tasas tan escalofriantes de sobrepeso u obesidad a nivel mundial?

Si tan solo se resumiese en comer menos y moverse más, no nos encontraríamos ante esta situación. Pero es más, mucho más.

¿A quién le gusta ser obeso?

¿A quién le gusta que lo marginen, le hagan bullying y le insulten?

¿A quién le gusta sentirse en un cuerpo que no reconoce como el suyo propio?

¿A quién le gusta que le critiquen, le juzguen y lo tachen de obeso?

¿A quién le gusta no encontrar talla de ropa en una tienda “normal”, sin tener que acudir a una de tallas especiales?

¿A quién le gusta tener que pedir un extensor para el cinturón del avión o reservar un asiento doble?

¿A quién le gusta no poder subir en una atracción de feria por que literalmente no coge en el asiento?

A nadie le gusta.

Desde hace unos años está en auge una tendencia, la del body positive.

La finalidad última de este movimiento es que las personas con sobrepeso se acepten tal y como son y que la sociedad, además de aceptarlas, las integre. Parte de este movimiento son las campañas publicitarias con modelos curvy o la incorporación de más tallaje en las tiendas de moda.

Y todo eso está genial.

Claro está que a la sociedad todavía nos queda mucho por aprender, pero una vez más, nos estamos centrando en la parte más superficial del iceberg.

¿Y si dejamos de presuponer lo que hay detrás de una persona con sobrepeso?

¿Y si en lugar de ceñirnos a su cuerpo le preguntamos cómo está y qué necesita?

¿Y si dejamos de juzgar sus hábitos y le ofrecemos nuestra ayuda?

¿Y si dejamos de machacarlas con comentarios negativos y despectivos y sacamos a relucir todo lo bello que vemos en ellas?

¿Y si somos compasivos y simplemente les dejamos ver que estamos ahí?

¿Y si?

La obesidad es una enfermedad.

Y no solo una enfermedad física si no que la gran mayoría de las veces va asociada a un componente de la psique humana.

Dejemos de intentar resolver en 5 minutos lo que esa persona lleva arrastrando durante años.

Intentemos abordarla no desde la superioridad moral, si no desde la ignorancia de lo que esa persona guarda en su intimidad.

Actuemos como una sociedad que no solo promueva el body positive, la aceptación corporal a diestro y siniestro, si no que se sumerja un poquito más para entender cuál es el origen de esta situación y, solamente desde ese lugar, podremos comprender y acompañar a estas personas para evitar que sufran las tan graves consecuencias asociadas a la obesidad.