Hoy cuelgo la bata de médico y me pongo las gafas de ver, las de coach en formación.
El coach me está dando una perspectiva de la vida totalmente distinta a la que conocía hasta el momento.
Está ampliando mi mapa para que cada vez se parezca más al territorio. Me está permitiendo desapegarme de creencias que tenía muy arraigadas y a darme cuenta de que hay un mundo desconocido a mis pies, solo que hasta el momento no tenía la suficiente claridad para poder verlo, o si lo hacía, era a través de mis cristales empañados.
Parte de esta aventura de aprendizaje es la de tener claro cuál es el para qué de todo lo que llevamos a cabo y en lo que ponemos toda nuestra energía, empeño, ganas y esfuerzo.
Para mí, los para qués del proceso de coaching se basan en acompañar a mis pacientes desde otro lugar. No desde la figura autoritaria que lleva asociada la idea de “bata blanca”, si no desde una posición de escucha, de confianza, de auto creencia y responsabilidad.
La figura del coach se basa en acompañar a aquellas personas que deseen hacer un cambio en sus vidas y llegar a otros lugares que, de entrada, por sí solos se ven incapaces de alcanzar.
El coach, es esa persona que te acompaña en tu camino deseado, iluminando aquellas áreas de tu vida que estaban a oscuras y te ayuda a crear un puente entre tu estado actual a tu deseado.
Nada tiene que ver con el concepto de “entrenador”, si no que el concepto de coach deriva de la palabra “kocsi”, traducida en español como “coche”. El coach es, por lo tanto, el conductor del coche que sirve de guía para el proceso de coaching, facilitando el desplazamiento del cliente (coachee), acompañándole en su camino, pero sin decidir el rumbo a seguir.
Y te preguntarás, ¿Pero para qué me suelta todo este rollo?
Espera un momentito, que ahora te lo explico.
En un proceso de cambio de hábitos es imprescindible conectar con nuestros para qués.
La respuesta a esos para qués nos acercará a nuestros valores y motivaciones más profundas. Tener claro cuáles son nuestros motivos reales le dará sentido a nuestras acciones, a nuestro esfuerzo, a nuestra inversión de tiempo y, en ocasiones, de dinero.
Imagínate por ejemplo que te marcas como objetivo: “quiero comer más sano”. Esa es tu meta final a alcanzar. Y si yo te preguntara ¿Para qué quieres comer más sano? Puede que tu respuesta a mi pregunta fuese: para verme mejor frente al espejo, para no tener enfermedades, para verme más fuerte… si sigo tirando del hilo y profundizando un poco más en esa parte más oculta de tu inconsciente, quizás ahora tu respuesta fuese: para poder jugar con mis hijos, para poder subir las escaleras sin cansarme… y quizás, si tiramos un poquito más, lograremos conectar verdaderamente con ese motivo más profundo y más arraigado que será el que nos lleve verdaderamente a la acción: para volver a sentirme yo misma, para ser feliz.
Qué importante es conectar con nuestros motivos más profundos, no solo para emprender una acción, si no para que esa acción tenga sentido para nosotros y logremos mantenerla en el tiempo.
Esa será la clave en un proceso de cambio de hábitos. No solo tener el rumbo, la dirección que seguir para llegar a nuestra meta, si no tener bien claro cuáles son esos beneficios que nos reportará llegar hasta ella y, por supuesto, estar bien acompañados en nuestro camino.