Hace unas semanas os contaba a través de Instagram un pequeño resumen de lo que me había ocurrido en los últimos meses en relación con mi estado de salud.

El caso es que me aparecieron unas erupciones tremendamente pruriginosas en piernas y más tarde en brazos, que me impedían dormir y afectaban a mi calidad de vida.

Yo que me consideraba una persona sana, que comía de forma saludable, que hacía ejercicio 3 o 4 veces por semana, que procuraba estar activa diariamente.… ¿Cómo iba yo a enfermar? ¡Imposible!

Eso es lo primero que se me pasó por la cabeza. La primera de las fases de mi duelo personal: la negación.

Por más vueltas que le daba a mi cabeza no entendía que podía estar haciendo mal. Me obsesioné con la idea de que la culpable de mi estado de salud era yo misma. Y revisaba una y otra vez qué era aquello que podía estar haciendo y que estaba dañándome.

Esa actitud de “víctima de mis circunstancias” no me beneficiaba lo más mínimo. Y supongo que el hecho de no dormir tampoco me ayudaba a ver la vida desde otra perspectiva.

Recuerdo un día estar hablando con mi madre y darme cuenta de que me encontraba otra vez en la queja, y que, manteniendo esa conversación con ella había retrocedido a la Marta de 7 u 8 años, esperando a que mi mamá viniera a salvarme.

En ese preciso momento mi cabeza hizo un “clic” y me di cuenta de que debía salir de ese lugar.

Debía aceptar lo que me estaba ocurriendo y pasar de una actitud pasiva y victimista a una actitud más proactiva.

Y así lo hice.

Ya que ni mis conocimientos como médico ni la medicina tradicional daban respuestas a mis preguntas, comencé a investigar por otro lado, intentando aclarar qué era lo que le estaba pasando a mi organismo.

Leí un montón de artículos científicos acerca de la inflamación crónica y su relación con el estrés y sobre el mecanismo que relaciona un estado inflamatorio persistente con un sistema inmune alterado.

Así es como descubrí la psiconeuroinmunología clínica (PNIc). Una disciplina de la rama de la salud que busca sanar los problemas yendo a su raíz. Que contempla a la persona como un ser íntegro, correlacionando los diferentes sistemas que lo integran entre sí.

Y ahí, en ese nuevo enfoque de la salud, es donde encontré precisamente parte de las respuestas que andaba buscando.

Me di cuenta de que mi enfoque inicial acerca de la salud, en mi caso, estaba planteado de forma parcial.

Si bien es cierto, como te contaba al inicio de este relato, que hacía todo lo posible por ser una persona saludable, el problema no estaba en el “hacer” si no en el “ser”.

Hacía ejercicio físico (check)

Hacía una comida saludable (check)

Hacía 8000 pasos al día (check)

Hacía descansos digestivos (check)

Pero en ese hacer, me olvidaba del ser.

Hacía tiempo que sufría estrés y que tenía problemas de insomnio. Incluso hubo etapas en mi vida en las que tuve que recurrir a la medicación para poder conciliar el sueño.

Pero claro, una se acostumbra a vivir de esa manera, a medio gas diría yo, y “tira para adelante”.

Pero como siempre digo, tu cuerpo es más sabio que tú, y tarde o temprano se manifestará de una forma u otra hasta que por fin te des cuenta y te detengas. Y no parará hasta que lo consiga, créeme.

En mi caso mi cuerpo me habló a través de la piel, pero puede hacerlo de mil formas más: con infecciones de repetición, con dolor de cabeza, con dolores musculares o articulares, con un herpes, con problemas en tu menstruación, con cansancio extremo, con bajo estado de ánimo, con malas digestiones, con insomnio, con neblina mental, etc…

Echando la vista atrás me doy cuenta de que tenía que haber parado hace tiempo. Que tenía que haberme escuchado y tratado mejor. Que tenía que haber sanado mis heridas del pasado.

(No sé por qué, pero escribiendo estas líneas siento una emoción intensa recorriendo todo mi cuerpo. Supongo que escribir es una manera de soltar y sanar).

La buena noticia es que nunca es tarde para coger tu vida y darle un giro de 180 grados.

Yo lo hice gracias a haberme informado mucho y haber sentido que ese era el camino que debía seguir. Tanto es así que ya he iniciado una formación en PNIc para que, junto con mi experiencia como médica, me ayuden a tener una visión más global e íntegra acerca del estado de salud y bienestar de mis pacientes.

Si sientes que algo no va bien en tu interior y que no te permite vivir la vida que deseas, no te conformes.

Busca la manera de mantener tu pila recargada y vivir a pleno rendimiento. Es lo mínimo que te mereces.

Yo ya he hecho cambios en mi vida: he modificado mi alimentación, he comenzado a suplementarme para mantener mi sistema inmune más fuerte, he adaptado mis rutinas de entrenamiento, he iniciado terapia y he empezado a meditar.

¿Y sabes qué? Mis problemas de piel se han controlado, me siento mucho más fuerte y por fin, después de muchos años, he conseguido mantener una rutina de sueño.

Pero sé que esto es tan solo el principio y seguiré currando día tras día para convertirme en esa mejor versión de mí misma.

Y tú, ¿Qué es lo primero que vas a hacer?