Si te pidiera que eligieses entre vivir más o vivir mejor, apostaría a que elegirías la segunda de las opciones.

Hace unos cientos de años, nuestros antepasados no morían de viejos, sino de enfermedades o accidentes.

Muy pocos eran testigos de lo que suponía el paso de los años en cuanto a su salud y bienestar. De cómo nuestro cuerpo se va deteriorando con el tiempo, nuestros sentidos van perdiendo su agudeza, nuestra marcha se vuelve más torpe, nuestros reflejos se enlentecen y aumenta nuestro tiempo de reacción, experimentamos un enlentecimiento del procesamiento intelectual, sufrimos una pérdida de masa ósea y nuestros huesos se vuelven más frágiles, se produce una disminución de nuestra masa muscular y un gran etcétera.

Si crees que todo esto no va contigo o todavía lo ves muy lejano, te equivocas.

Las acciones que llevas a cabo en el momento presente determinarán tu calidad de vida en el futuro.

Es cierto que las conductas puntuales que efectúas en un momento dado no tienen mayor trascendencia en tu “yo del futuro”. Son esos hábitos reiterados que practicas consciente o inconscientemente en tu día a día los que marcarán tu progreso hacia ese futuro inevitable que es la vejez.

Comerte esa hamburguesa un día cualquiera no empeorará tu calidad de vida. Pero pasarte sentada delante del ordenador 8 o más horas al día y llevar una vida sedentaria día tras días, eso sí tendrá connotaciones negativas a la larga.

No sé por qué nos cuesta tanto pensar en la vejez. Más que pensar aceptar, diría yo.

Si fuéramos un poquito más conscientes de cómo repercutirán nuestras acciones diarias en nuestro devenir, seguro que tomaríamos acción desde ya mismo.

Pero la realidad es que estamos tan encerradas en nuestro día a día, que muchas veces no somos conscientes del paso del tiempo. Nos pasamos el día apagando fuegos, ocupándonos de lo urgente, pero no de lo más importante, que es nuestra salud.

Personalmente, no considero que cuidarnos para tener un presente y futuro mejor sea incompatible con disfrutar de la vida. Pero claro, esto también dependerá de lo que cada una entienda con “disfrutar”.

Quizás una persona pueda disfrutar con el ejercicio y otra viendo todos los días un capítulo de su serie favorita. Quizás para ti disfrutar sea dar un paseo por la naturaleza, o comerte una pizza los viernes por la noche. Quizás disfrutes quedando el finde con tus amigos, o pasando un rato con tus sobrinos. Puede que tu máximo disfrute sea hacerte unos cuantos viajes al año, o innovar platos diferentes en la cocina.

Hay tantas maneras de disfrute como personas habitamos el planeta.

Disfrutar no es incompatible con tener calidad de vida, siempre y cuando nos movamos en ese término medio que tanto hablamos en ocasiones anteriores.

Yo puedo seguir tomando una pizza los viernes y cuidar un poco más mi alimentación el resto de la semana. También puedo ver todos los días un capítulo de mi serie favorita en el sofá y hacer algo de actividad física.

Lo que iría en contra de tu salud sería sumar acciones no tan saludables en un mismo día y reiterarlas día tras día, sin dejar espacio para otros hábitos que son más beneficiosos para tu salud.

Mucha gente cree que para cuidarse tendrá que sufrir. Que tendrá que llevar a cabo una dieta estricta. Que tendrá que salir a correr a diario. Que tendrá que renunciar a su vida social.

Espero, querida lectora, que tú no te sientas identificada con esta forma de pensar.

Pero retrocedamos un poco y volvamos al inicio de este texto.

Como te decía, nuestros antepasados morían de enfermedades agudas (como infecciones) o accidentes. Actualmente, la primera causa de mortalidad en nuestro país es la enfermedad cardiovascular. Una enfermedad crónica fruto en la mayoría de los casos de unos malos hábitos de vida.

Una vez más, tomemos conciencia de nuestros hábitos de vida diarios y elijamos qué es lo que queremos hacer.

Yo elijo cuidarme hoy para sentirme mejor mañana. ¿Y tú?