¿Conoces el ayuno intermitente?
Todos ayunamos.
Lo hacemos mientras dormimos.
Por eso al desayuno se le llama así. Des-ayuno (romper el ayuno).
Todos tenemos la capacidad de ayunar.
Estamos programados genéticamente para ello.
Nuestros antepasados incluso pasaban días sin comer.
Se ganaban a pulso su propia comida, literalmente.
Y esa es una de las claves por las que nuestra especie no solo sobrevivió, si no que evolucionó.
Eso hasta que llegó la revolución industrial, claro.
Con sus enormes cantidades de productos, que no alimentos, para alimentar al mundo entero.
En ese momento la evolución se detuvo.
Había una sobre ingesta.
De la noche a la mañana aparecieron los cereales y sus derivados en la base de la pirámide nutricional de las distintas sociedades de nutrición. Esa “debía” ser la base de nuestra dieta.
Se desplazó el consumo de verduras, proteínas y grasas buenas por el de azúcares, cereales y productos ultra procesados.
La sociedad comenzó a comer. Y a estar insatisfecha. Y vuelta a comer. Y a engordar.
No debía hacer ningún esfuerzo por conseguir su alimento.
Se creó una carbo-dependencia.
Acostumbramos a nuestros cuerpos a comer cereales y derivados 3-4 veces al día, independientemente de nuestra situación fisiológica.
Se perdió la individualización.
Dejamos de ayunar.
Dejamos de hacer descansos digestivos.
Cuando nos entraba una sensación de mareo, le dábamos azúcar al cuerpo.
Nos convertimos en seres dependientes y rígidos.
Hablo en pasado.
Porque al igual que aprendimos una vez, podemos reaprender.
Podemos elegir. Esto es muy importante
Podemos reeducar a nuestro cuerpo para ganar flexibilidad metabólica y salud.
Y los ayunos son una de las muchas claves para ganar en salud.
¿Qué beneficios me puede aportar ayunar?
El ayuno prolongado o ayuno intermitente aporta un montón de beneficios:
– Reduce los marcadores de inflamación
– Reduce el estrés oxidativo
– Mejora la sensibilidad a la insulina
– Mejora el perfil lipídico
– Mejora la composición de la microbiota
– Puede ser útil en la prevención de enfermedades neurodegenerativas
– Mejora la concentración y la claridad mental
– Mejora el estado de ánimo
– Aumenta la energía
¿Y por dónde puedo comenzar a practicar el ayuno?
Puedes empezar tomando conciencia del número de comidas que ingieres a lo largo del día y espaciando el tiempo entre cada ingesta entre 4 y 6 horas.
El siguiente paso será el de lograr hacer un ayuno de 12 horas.
Para eso aprovéchate del ayuno fisiológico que ya haces normalmente mientras duermes y alárgalo un poquito más. Prueba a adelantar tu hora de la cena para que te coincidan unas 12 horas hasta tu siguiente ingesta (por ejemplo: cena a las 20 pm y desayuna a las 8 am).
Si ya hacías este ayuno de 12 horas, prueba a alargarlo un poco más hasta llegar a las 14 o 16 h de ayuno.
Hazlo de forma progresiva. Tampoco es necesario que lo hagas todos los días. Ve probando algún día entre semana a ver cómo responde tu cuerpo.
No fuerces. Escucha.
Mientras ayunas, puedes (y debes) beber. Por ejemplo: agua, infusiones, te, café. Eso sí, sin leche, cacao, bebidas vegetales o azúcar y sucedáneos. Todo eso rompería el ayuno.
¿El ayuno es para mí?
Para responder a esa pregunta debes escuchar a tu cuerpo.
Todo esto no tiene sentido si estás contando los minutos hasta la siguiente comida, si sientes ansiedad porque tu mente está pensando continuamente en comida o si llegas a la siguiente ingesta devorando todo lo que pillas por delante.
Tampoco tiene sentido si el resto del día consumes alimentos poco saludables (recuerda que el ayuno ayuda, pero siempre y cuando la base de tu alimentación sea saludable).
Y tampoco servirá de nada si estás atravesando un momento de mucho estrés y hacer ayuno puede suponer añadir más estrés a tu vida.
Recuerda que ayunar es una estrategia más, pero no la única, dentro de las claves para conseguir mejorar tu estado de salud.
Si decides empezar a ayunar hazlo, pero siempre desde el respeto y la escucha hacia tu propio cuerpo.